La mecha, ese trozo de cuerda que creemos que no vale gran
cosa, que posiblemente sea la parte más barata de todo este conjunto, también debe ser considerado.Porque sin una
mecha, el aceite dentro de la lámpara tampoco llegará a cumplir su propósito.
Sin mecha, el machacar de las olivas no tiene sentido. Hace falta la mecha.
¿Y qué es?
En una lámpara, son esos hilos por medio de los cuales el
aceite sube desde el interior de la lámpara hasta el mundo exterior, donde reinan las tinieblas. La mecha es el
único vínculo; no hay otra conexión
entre el aceite de adentro de la lámpara sobre el cual se podrá asentar la luz
, y el exterior, que debe ser bendecido por esa luz.
El
apóstol Juan dice en su Evangelio (Jn.1:9 ): “Aquella luz
verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”. Se
refería a Jesús, el Hijo de Dios, el cual dijo una vez, hablando a Dios, Su
Padre: “Me preparaste cuerpo”. La Palabra, el Verbo, el Olivo
Machacado, ahora vino como una simple cuerda de algodón. él fue la primera
mecha. Su vida entre los hombres fue la primera mecha que unió al Espíritu de la Palabra con los hombres que
moraban en tinieblas, y alumbró sobre ellos. Se requería de un cuerpo que permitiera ser un
depósito de la Palabra de Dios, pero impregnado del Espíritu Divino, y que a la vez perteneciese al mundo donde
los hombres se mueven. La cuerda de la mecha fue el cuerpo de nuestro Señor,
caminando sobre esta tierra. Pero también representa nuestro propio ser.
Representa a cada miembro de la
Iglesia de Cristo, que por un lado está metido dentro
de la Palabra de Dios e inmerso dentro
del aceite de Su Espíritu, y por el otro enfrenta al mundo en tinieblas, para
alumbrar sobre él. No alumbrará porque es mecha, sino porque tiene el aceite
impregnado en ella; y sin embargo, el aceite podrá alumbrar solamente si ella
está allí; si ella está dispuesta.
Mi vida, mi ser, es la mecha.
Es nuestro ser con nuestro espíritu dentro del Espíritu de la
Palabra de Dios, aceptando ser impregnados por él. Agreguemos,... la mecha no
es solamente mi ser, sino que es mi ser cuando acepta vivir como vivió Jesús
y quizá también hasta morir como él murió. Es mi ser cuando acepta ser embebido
del mismo espíritu de entrega del aceite divino. Es mi ser cuando acepta ser
como el grano de trigo que cae en tierra y muere. Cuando acepta tomar su cruz y
seguir al Cristo. El cristiano es una mecha cuando acepta morir a sí mismo, cuando acepta
entregarse, cuando acepta negarse a sí mismo. Porque la luz provendrá del fuego
que se asentará sobre la mecha dispuesta y embebida de aceite, pero al arder,
no solamente se consumirá el aceite, sino que también la mecha dejará de
existir. Lentamente se transformará en cenizas. Los hombres alrededor gozarán
vida y luz, más la mecha correrá la misma suerte que el aceite. Serán
consumidos. Al aceite, la llama de fuego lo volverá en humo, a la mecha, en
cenizas. Aunque se consumirá mucho más el aceite que la mecha. La entrega del
Señor a los hombres es muchísimo mayor que la nuestra. La mecha no se repone al
mismo tiempo que se vuelve a llenar la lámpara, sino que sirve para muchas
llenadas. El fuego de Dios requiere la mecha de nuestra entrega a él para
iluminar por nuestro intermedio a los demás hombres, pero la gloria de la fuerte
luz pertenecerá siempre al aceite.
Existe una realidad: Hay muchos que tienen bellas lámparas,
y con aceite dentro de ellas, pero no
alumbran, porque no tienen mechas dispuestas a sufrir el ser consumidas junto
con su Señor.
La Palabra de Dios en mi ser, con Su Aceite llenándome, me
concederá la posibilidad de andar conforme a la Voluntad de Dios, pero
existe ese requisito sin el cual no habrá luz para otros, sin el cual todo lo
que hay de Dios en uno, la Palabra y el Espíritu,
quedan adentro y no dan fruto: Debo entregarme a ellos.
Soy solamente una inútil y poco importante mecha, pero al
entregarme en obediencia para ser consumido seré encendido y luz saldrá para
otros.